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El riesgo de dar a luz en Turkana: la historia de Ekaduaran

Desde la ventana de nuestro dispensario la vemos acercarse caminando por el paisaje seco y arenoso de Todonyang, situado al noreste de Kenia. Es joven, muy joven, luego nos contará que tiene dieciocho años. Su vientre hinchado anuncia la inminente llegada de su primer hijo. También está muy asustada, ya que sufre un fuerte dolor en el vientre que no remite.

Su nombre es Ekaduaran y, como la mayoría de las mujeres de Turkana -una de las regiones más aisladas y pobres de Kenia-, nunca hasta ahora había recibido atención prenatal. El peso de la tradición entre las tribus que habitan esta zona es fuerte y uno de los obstáculos más importantes a los que hemos tenido que hacer frente durante décadas a través de nuestros proyectos de cooperación.

Antes, las mujeres Turkana siempre daban a luz en sus hogares. Sin embargo, en los últimos años, nuestras charlas formativas han ido minando la desconfianza de los nativos hacia la medicina occidental y cada vez son más las mujeres que acuden en busca de atención médica a nuestra clínica. Ekaduaran ha venido aquejada de un fuerte dolor pélvico y tiene miedo por la vida de su bebé. Se trata de un temor lógico si se tiene en cuenta que, en Turkana, la mortalidad neonatal centuplica la media nacional, con unas 220 muertes por cada 1.000 nacimientos.

Una región sin recursos

Inmediatamente, los sanitarios de nuestro dispensario comienzan a monitorizar a la joven madre. Ésta presenta bajo peso y sufre síntomas de malnutrición, algo que tristemente es habitual entre los habitantes de Turkana, ya que desde hace décadas sufren una crisis alimentaria endémica.

En este caso, su condición puede aumentar el riesgo de mortalidad neonatal, es decir, el riesgo de que su bebé fallezca durante sus primeros 28 días de vida, que es el período más vulnerable para su supervivencia. Por suerte, Ekaduaran ha venido a tiempo al lugar indicado. Cuando, al cabo de doce horas de seguimiento, los responsables de nuestro dispensario ven que la joven no mejora, deciden trasladarla de urgencia a un hospital.

Ni carreteras ni centros médicos

El hospital más cercano es el de Lodwar, que cuenta con un quirófano bien equipado y una unidad de neonatos. Sólo hay un problema: se encuentra a más de 200 kilómetros de Todonyang, una distancia imposible de recorrer a pie -que es el único medio de transporte de los Turkana- para una mujer en avanzado estado de gestación.

La falta de infraestructuras básicas como carreteras y hospitales es otra de las razones de la altísima tasa de mortalidad neonatal de Turkana y también el motivo de que uno de los servicios más importantes que ofrece nuestro dispensario a la población local sea el traslado médico urgente, mediante un vehículo todoterreno. Así, en pocas horas Ekaduaran puede ingresar en el Hospital de Lodwar para ser examinada por sus especialistas.

Una intervención rápida

Allí, los médicos descubren que el cuello uterino de la joven madre está dilatado cinco centímetros, con tinción de meconio grado 2. Ese diagnóstico significa que la muchacha Turkana tiene un elevado riesgo de desarrollar sufrimiento fetal, lo que habría podido provocar la muerte del bebé y también de la joven madre de no haber recibido ayuda urgente. Pero esta historia tiene un final feliz. Como podéis ver en la imagen, Ekaduaran dio a luz a niño sano y, en la actualidad, madre e hijo se encuentran perfectamente.

Sin embargo, este final feliz no ha sido sólo cuestión de suerte, sino que es el resultado de muchos años de trabajo para mejorar el acceso de los Turkana a la atención sanitaria y para ganarnos la confianza de esta tribu milenaria en la medicina occidental. Gracias a decisiones pequeñas pero decisivas como la que tomó Ekaduaran cuando decidió acudir a nuestro dispensario, hoy el futuro de esta comunidad tan vulnerable es un poco más luminoso.

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