Ir al principio


El esfuerzo en el duelo: cuando no sabemos acompañar al doliente

Sara Losantos, psicóloga de FMLC

El duelo es un proceso del que muchas personas hablan, pero pocas lo conocen a fondo. Eso hace que existan una serie de creencias erróneas en torno a este proceso, que pueden hacer que el duelo se complique y, en el mejor de los casos, que el paciente se enfade o se sienta incomprendido. En este post ahondaremos en el esfuerzo que supone el duelo en el doliente cuando no encuentra el apoyo de su entorno.

Una de estas creencias consiste en pensar que el duelo depende de la voluntad del doliente, como si uno pudiera elegir entre estar o no en duelo, sentir o no dolor.

Este pensamiento coloca a los dolientes ante un planteamiento difícil de salvar: la idea de que, si ha pasado un tiempo desde la pérdida que el entorno considera prudencial (y que, por cierto, suele ser bastante corto) y sigues en duelo, es porque quieres. De este modo, culpabilizan al doliente de su situación y le conminan a que la modifique. Así que el doliente se encuentra con un doble dolor: por un lado, el dolor insalvable del duelo y por otro, la culpa de estar haciéndolo mal o ser torpe.

El esfuerzo en el duelo y la incomprensión del entorno

Sin embargo, lo cierto es que el duelo es un proceso que no se puede esquivar. No sólo eso, sino que es un proceso que no se puede forzar, que no admite presiones. El duelo no se puede dilatar ni acortar en el tiempo. Este hecho implica que a veces las personas afectadas por un duelo se vean obligadas a disimular. Porque no pueden no vivirlo, pero sí pueden no expresarlo. Como consecuencia el dolor no se comparte, no se expresa y no se diluye y eso hace que se cronifique. El paciente muchas veces se siente incomprendido, abandonado y siente que la sala de terapia es el único espacio en el que puede desahogarse.

Muchos de mis pacientes me cuentan que la gente trata de no hablar de la muerte de su hijo, de su padre, o de su madre dependiendo del caso; que fingen que no les ven llorar para no tener que enfrentarse a sus lágrimas. Que buscan cambiar de tema para distraerlos. Estoy convencida de que lo hacen para no hacerles sufrir, por su bien, y porque es difícil ser testigo del dolor ajeno. Porque cuesta ver llorar a alguien a quien queremos, pensando que a lo mejor no vamos a saber consolarle. Lo cierto es que es más fácil de lo que parece, porque el dolor necesita testigos.

La importancia de expresar el dolor

Cuando una persona llora y se desahoga libera una sustancia parecida al Lexatin. Cuando el malestar no se libera genera ansiedad. Sabemos que hablar libera cortisol. También que lo que más alivia a un doliente es que alguien lo valide, que legitimen sus emociones; porque no hay una única manera de elaborar el duelo.

Interrumpir todos estos mecanismos de regulación del proceso lo bloquean y lo prolongan innecesariamente. Si los dolientes pueden llorar acompañados o expresarse libremente, sienten que no están solos y que cuentan con el apoyo de su entorno, apoyo que es valiosísimo cuando uno se siente frágil ante el dolor.

Por lo tanto, podemos concluir que:

  • El dolor no se elige, no elegimos lo que sentimos ni lo que pensamos sino tan solo lo que hacemos.
  • Tratar de hacer como que el duelo no existe, no lo hace desaparecer.
  • El duelo no es una cuestión de esfuerzo o, al menos, no sólo se reduce a eso. Una cosa es quedarse en la cama sin hacer nada más y otra muy distinta es controlar el dolor a voluntad, como si se tratara de un grifo que puede abrirse o cerrarse.
  • Si dejamos que la gente se estrese y la validamos, si permitimos y fomentamos los mecanismos que autoregulan el duelo (aunque nos asuste), el dolor se va diluyendo y acaba bajando.
  • No juzgar a un paciente por cómo lo está haciendo supone una ayuda enorme.

Todas estas claves pretenden servir de orientación a las personas que han sufrido la pérdida de un ser querido o intentan ayudar a una persona doliente de su entorno. Para saber más o para solicitar ayuda psicológica gratuita, no dude en consultar nuestra página web:

   www. fundacionmlc.org

 

Top