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Duelo y compasión

Pilar Pastor, psicóloga de FMLC

 

El sentimiento de compasión en el duelo de una persona tiene una doble vertiente. Por un lado, está la compasión que el entorno y el profesional pueden ofrecer al doliente; por otro, está la compasión como actitud que adopta el doliente hacia lo que a él mismo le ocurre, como una nueva forma de relacionarse consigo mismo y con el proceso que atraviesa en este momento de su vida.

Para adentrarnos en la compasión como actitud, lo primero que haremos será centrarnos en cómo definirla, puesto que es un término al que culturalmente hemos dado un significado confuso. Tal y como la entendemos desde este punto de vista, la compasión es lo que mueve al ser humano a paliar el sufrimiento de otro ser humano.

Culturalmente tenemos una concepción paternalista de lo que implica sentir compasión por alguien que sufre, e incluso a muchas personas les resulta insultante que alguien se compadezca de ellas.

Dos obstáculos para la compasión: la lástima y el miedo

Cuando aquí hablo de este concepto, me refiero a padecer con el otro, acompañando y compartiendo, de igual a igual. Como expresa Joan Halifax, terapeuta de enfermos terminales y estudiosa de la compasión y su efecto terapéutico, “los enemigos de la compasión son la lástima y el miedo”. Ambos sentimientos nos distancian del ser humano que sufre y nos colocan en un nivel diferente, generalmente de superioridad, no de igualdad: la lástima convierte la relación en algo desigual, elevando a un plano superior a quien siente lástima por el otro (ya que lo coloco en una situación de incapaz, le ofrezco una mirada desde la superioridad emocional, o económica, o moral, etc.).

El miedo es el otro enemigo y también distancia, pero en este caso dejando solo al que sufre, ya que buscamos protegernos de lo que nos parece que no controlamos; o bien esto nos abruma y nos alejamos (física o emocionalmente), en general porque nos sentimos incapaces de manejar todos esos sentimientos en nosotros mismos o por intentar adoptar un rol que no nos corresponde, como de salvadores.

Qué implica la compasión en el duelo

Cultivar la compasión por el sufrimiento de los demás nos hace más sensibles, pero también más resilientes y más capaces de estar con el otro. Es una actitud a disposición de todos los seres humanos, que se puede cultivar. Se trata de una actitud sutil, profunda y compleja que requiere por nuestra parte de atención, intención y trabajo.

Parece que el mundo, la salud, la educación, nosotros mismos, necesitamos de esta actitud. Si pudiéramos cultivarla como profesionales o acompañantes de personas en duelo, quizá estaríamos formando parte de una revolución silenciosa que permita crear el clima adecuado para, desde esa mirada, poder contemplar y acompañar de forma diferente la emoción intensa, el dolor y el sufrimiento.

La compasión en el doliente

La otra vertiente de la compasión es la que siente el propio doliente hacia sí mismo. No estamos hablando caer en la autocompasión victimista, una tendencia que todos tenemos y que nos deja indefensos y pasivos frente a lo ocurrido, a la espera de que alguien nos saque de esa sensación o de esa situación. No, en realidad nos referimos a poder mirar lo que ocurre dentro de uno mismo con los ojos de la compasión.

Tal vez suene raro, pero esto se trataría de algo así como no rechazar los sentimientos, no luchar contra ellos y acogerlos. Es como cuando hacemos una fiesta en casa y acude un amigo de un amigo que no nos cae bien: no podemos echarle, tenemos que darle la bienvenida, ofrecerle un sitio donde sentarse y algo de beber y comer. Aplicar compasión a los sentimientos y sensaciones que vienen con el duelo sería eso: reconocerlos, darles la bienvenida y no solo dejarlos estar, sino atenderlos, acogerlos, comprenderlos.

La compasión aplicada a uno mismo

El duelo es un proceso en el que la identidad, los valores, la visión del mundo y de uno mismo queda muchas veces tocada. Y parece que el doliente se trata con dureza de manera más rápida o automática, o dirigiendo hacia sí mismo esos mensajes críticos y duros que están siempre, pero que quizá en este momento de dolor suenan con más fuerza. Parece que, en general, es más fácil ver a los demás con empatía o con compasión que a uno mismo y, aun así, caemos fácilmente en el juicio rápido y la crítica al otro.

Trabajar una mirada compasiva (que no autoindulgente o victimista) a nuestro corazón, a lo más esencial de uno  y a los demás;  poder vernos en momentos así con compasión, con una mirada que va a más allá de la empatía con uno mismo, puede resultar muy sanador. De la misma manera que es una actitud entrenable hacia el otro, para uno mismo también lo es. Se trata de poder empezar a mirar con compasión a esa parte tan vulnerable de uno mismo (puede que sea nuestro niño/a interior), a esa parte herida que ocupa más y está más accesible cuando se está en duelo.

Todas estas claves pretenden servir de orientación a las personas que han sufrido la pérdida de un ser querido o intentan ayudar a una persona doliente de su entorno. Para saber más o para solicitar ayuda psicológica gratuita, no dude en consultar nuestra página web:

   www. fundacionmlc.org

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