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Cuando las recomendaciones médicas bloquean el duelo

Sara Losantos, psicóloga de FMLC

 

A menudo escuchamos que, en materia de salud, trabajar en red es lo mejor, que los fenómenos son multicausales y, por tanto, la resolución de los problemas debe permitir la entrada de distintos especialistas. Esto quiere decir que habitualmente encontramos que la realidad es poliédrica, compleja y que cualquier problema que pueda traernos un paciente a la consulta tiene más de una causa.

Por eso, lo ideal es que en un caso médico pueda intervenir más de un profesional, con distintas visiones del problema y distintos enfoques que permitan abordarlo de una manera holística. Esto es lo ideal, aunque a veces en el día a día tropezamos con dificultades para trabajar en red.

El duelo en Atención Primaria

Hay casos clínicos que pertenecen claramente a una especialidad, por ejemplo: en caso de sordera acudiremos al otorrino y en caso de psoriasis, al dermatólogo. Pero hay otros menos claros, como ocurre con el duelo. En estos casos es habitual encontrar síntomas físicos relacionados con el proceso de adaptación a la pérdida.

A menudo esos síntomas físicos son la expresión de un dolor emocional y lo emocional interfiere en lo físico, por lo que se hace un abordaje integral: un médico de cabecera controla los síntomas y un psicólogo se ocupa de la parte emocional o psicológica.

Habitualmente tanto uno como otro profesional estarán alineados en sus consejos y prescripciones, pero puede suceder que alguna de las recomendaciones vaya en contra de las prescripciones del otro profesional. Para explicarme mejor expondré un caso propio visto en consulta.

Si el psicólogo y el médico recomiendan cosas opuestas

Hace varios años atendí a una mujer cuyo hijo había fallecido hacía seis meses. Desde la muerte de su hijo, esta mujer había perdido ocho kilos y la pérdida de masa muscular unida al llanto, las tensiones emocionales, la tristeza… había alterado todos los valores del organismo: el colesterol, la tensión, el funcionamiento del aparato digestivo, etc.

Su médico planteaba que debía estar tranquila y alejarse de todo lo que le recordara a su hijo, le decía que se distrajera, que se dejase cuidar, que tratara de olvidar. Entretanto yo inicié una terapia con ella, que consistía en poner en palabras todo aquello que sentía, el dolor, la sensación de impotencia, la rabia, la vulnerabilidad. Cada vez que teníamos una sesión ella lloraba mucho, aunque después se encontraba mucho mejor.

Hubo un momento en que el médico le pidió que tratara de llorar menos. Decía que al llorar le subía la tensión y le alteraba el funcionamiento del intestino, decía también que le irritaba el lacrimal. Para mí era evidente que el sufrimiento que tenía esta mujer era muy intenso y conducía a todos los desórdenes que enumeraba su médico, así que durante un tiempo traté de que sufriera menos, traté de que las sesiones fueran menos intensas, pero lo físico no remitía y lo psicológico tampoco.

Contraindicaciones en el duelo

Todo lo mencionado sucede porque el dolor del duelo no se puede esquivar y no se pueden tomar atajos, por muy necesario que sea. Si no se atraviesa el dolor, el duelo permanece. Puede que al llorar se desequilibren algunos valores, que la persona se altere, pero a la larga el dolor disminuye y el duelo va siendo cada vez menor.

Sin embargo, si el dolor se desatiende, aunque sea por una buena causa, lo emocional sigue interfiriendo en los procesos físicos porque el dolor sigue ahí, aunque sea de una manera menos evidente. No desaparece, aunque no haya lágrimas. En esos casos el dolor existe de una manera más difusa, pero muy intensa y sigue alterando los valores de una analítica o la tensión o la sensación de injusticia.

Cómo armonizar las recomendaciones del médico y el psicólogo

No existe una solución evidente para este problema: quizás haya un camino intermedio, algo así como seguir trabajando lo psicológico, pero atenuando el dolor con apoyo farmacológico, o tratando de ser muy delicado en el manejo del dolor durante la terapia. Lo que sí parece es que para que el duelo se resuelva hay que permitir y legitimar el dolor, y eso duele y hay que tenerlo en cuenta.

Cada psicólogo o cada experto deberá encontrar el modo de legitimar el dolor de sus pacientes y afrontarlo, minimizando los “daños”, pero el dolor no se puede desatender porque eso hace que el dolor se perpetúe en el tiempo.

En un mundo perfecto yo debería haberme puesto en contacto con su médico para tratar de ir los dos en la misma línea y hacer entender a la paciente que es necesario atravesar el dolor, que éste no dura para siempre y buscar la manera de hacerlo para que le afectase lo mínimo posible. Pero en la vida real a veces hay que improvisar, porque no puedes contactar con el médico o porque no compartís la misma visión. En esos casos, toca ponerse al servicio del juramento hipocrático: “Prima non nocere”, “Ante todo, no dañar”.

Estas claves pretenden servir de orientación a las personas que han sufrido la pérdida de un ser querido. Para saber más o para solicitar ayuda psicológica gratuita, no dudes en consultar nuestra página web:

   www. fundacionmlc.org

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