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La menstruación, un tabú que limita la educación de las niñas en Malaui

Un baño con agua corriente y limpia. Un espacio cerrado para garantizar la intimidad. Resulta curioso cómo un servicio que en Europa damos por sentado pueda suponer la diferencia entre que una adolescente asista o no a la escuela en Malaui. O que, de no existir, acabe motivando que esa pequeña deje sus estudios.

Para millones de niñas en el mundo, la menarquía no sólo marca la transición a la vida adulta, sino que también es un desencadenante clave del abandono escolar. Según la UNESCO, el hecho de que las escuelas en África Subsahariana no cuenten con servicios sanitarios básicos es el motivo de que una de cada 10 niñas no asista a clase durante su menstruación.

A largo plazo, un alto porcentaje de estas menores no termina su educación y, sin herramientas para formarse o conseguir un empleo que les garantice la independencia económica, acaban abocadas al matrimonio -a menudo prematuro-, cayendo en un círculo de pobreza del que les resulta casi imposible salir.

El estigma asociado a la regla

En el caso de Malaui, donde desarrollamos varios proyectos de cooperación, el país tampoco escapa a estas cifras. En las comunidades rurales como Benga, las escuelas públicas se caracterizan por unas instalaciones muy precarias y aulas abarrotadas, sin pupitres ni sillas suficientes para todos los alumnos. Con frecuencia los estudiantes se ven obligados a seguir las clases sentados en el suelo. Y, por supuesto, esta precariedad también se extiende a los aseos, que suelen ser escasos y compartidos por chicos y chicas.

Esa falta de intimidad es lo que empuja a las adolescentes a no ir a la escuela durante su regla. Según el Foro de Mujeres Educadoras Africanas de Malaui (FAWEMA), allí la menstruación sigue siendo un tema tabú, sobre el que los padres jamás hablan a sus hijos. A menudo las niñas recurren a sus tías o a sus hermanas mayores, que les explican cómo fabricar compresas caseras de tela, ya que el precio de las desechables es inasumible para gran parte de la población. También las instruyen en un severo código de conducta que incluye no hablar con chicos, no mencionar la regla en público e, incluso, dejar de jugar con sus amigas que no hayan alcanzado aún la pubertad.

La diferencia que marca un baño

Esta suma de tabúes y precariedad influye enormemente en el absentismo escolar de las niñas durante su periodo, ya que muy pocas escuelas cuentan con servicios sanitarios adecuados donde puedan asearse. Además, el silencio impuesto en torno a este tema hace que les resulte terriblemente humillante la mera idea de pedir ayuda o mancharse la ropa.

A pesar de todo, la solución a este problema es sencilla: un baño. O, en el caso de nuestra escuela Saint Mary de Benga: doce, divididos en cuatro bloques de aseo. Conscientes de la gravedad de este tabú, estas instalaciones fueron una de las primeras mejoras que se implantaron cuando se puso en marcha este proyecto. Hoy, nuestro centro educativo alberga a más de 400 alumnos. Y el número de niñas no deja de crecer.

 

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